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Lucas 22:39-46 Jesús ora en Getsemaní

39 Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron. 

40 Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación. 

41 Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, 

42 diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. 

43 Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. 

44 Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra. 

45 Cuando se levantó de la oración, y vino a sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza; 

46 y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos, y orad para que no entréis en tentación. 

Leer y recordar el Getsemaní, estremece el alma de todo aquel que entiende que fue allí, donde Jesús sintió una tristeza y angustia propia de su condición adoptada de hombre, ante el temor de lo que sabía que venía, era la noche más oscura y dura de su vida, sin duda, la hora había llegado.

Ese lugar que conocía bien, y que en otras ocasiones había sido cita para él y sus discípulos para aprender de la palabra y de Él, y disfrutar de su compañía, esta noche era el lugar donde puesto de rodillas oraba a su Padre en los cielos, nos cuenta este pasaje, que su sudor era como gotas de sangre, mientras le decía “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”.

El sabía cuál era la voluntad del Padre, sabía que no habría otra oportunidad para nosotros si no iba a la cruz y derramaba su sangre bendita, la cual nos limpia de todo pecado, nos libera de la muerte misma y nos lleva a vida eterna. 

El apóstol en San Juan 3:16 dice “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.

Lucas 22:39-46 Jesús ora en Getsemaní

Jesús sabía cuál era su misión, y sabía que la hora llegaba. No puedo imaginar la magnitud del dolor, que sentiría aun sabiendo que uno de los suyos habría de entregarlo. 

Dios envía un ángel a fortalecerlo en ese momento de angustia, esto fue lo único cálido y amoroso que Jesús sintió desde ahí hasta su cruz. La mano amiga y consoladora de ese ángel que conocía muy bien al que estaba fortaleciendo, el hijo del Dios viviente.

En medio de su oración nos da cuenta este pasaje que sus discípulos se durmieron habiéndoles El pedido que oraran, noto que no les pidió, que oraran por El, sino por ellos mismos, “orad para que no entréis en tentación”. 

En 1 Pedro 5:8 dice “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar”.

Era la hora de agonía de Jesús, y el momento en el que decide enfrentar lo que viene, donde recibe fuerzas de su Padre y el momento donde el enemigo sabía que esa cruz nos marcaría un antes y un después, y que a través de El recibiríamos perdón, salvación y un camino abierto al Padre.

Acércate y conoce a Jesús, el que se ofreció en sacrificio por ti, no significa que no tendrás problemas en tu vida. Deberás aceptar los Getsemaní que vengan a ti y llevar la cruz como lo hizo Jesús. El venció por nosotros y por esa victoria tenemos la posibilidad de ser perdonados y limpiados, cualquiera sea nuestro pecado. Y la promesa de la vida eterna si lo dejamos obrar y creemos en El.

Por último, si aún no lo has hecho, te invito a abrir tu corazón y con sencillas palabras recibe a Jesús como tu señor y salvador, entrégale y ríndele tu vida, y el estará contigo todos los días hasta el fin.

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