Mírate a ti mismo primero que a tu prójimo, eso es básicamente lo que Jesús enseña en este pasaje.
No juzguéis, para que no seáis juzgados.
2 Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido.
3 ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?
4 ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo?
5 !!Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.
Que es el juicio?
Juzgar en griego significa “Krino”, la verdadera traducción de esta palabra griega es distinguir o decidir.
Aunque parezca un poco duro este pasaje, o parezca que el Señor nos está dando un tirón de orejas, lo que el Señor aquí expresa es puro amor, amor hacia todos y cada uno sin condiciones, y lo que nos enseña es una regla básica para que no caigamos en una trampa para nosotros mismos.
Todos los días nosotros de cierto modo juzgamos cuando distinguimos que es bueno y que es malo, según la palabra de Dios, que es el verdadero filtro para identificar entre lo bueno o lo malo y eso de cierta manera eso es juzgar, ya que cuando distinguimos entonces inmediatamente decidimos si hacemos o no aquello que estamos observando.
Lo que Jesús nos está enseñando es que antes de emitir un juicio acerca de alguien más, lo hagamos sobre nosotros mismos, sobre nuestras actitudes, pecados o costumbres, que quizá veamos como buenas pero si las pasamos por el filtro de Dios, pues no serían en ocasiones tan buenas.
Cuando miramos a otros solemos ser muy severos, y estructurados, pero no es lo mismo cuando nos miramos interiormente, y si logramos ver esto, entonces el amor y la empatía por nuestro prójimo prevalecerían, y no seriamos tan rápidos en emitir juicios.
No juzgues, mas bien, restaura.
Una persona que juzga rápidamente, suele ser una persona que no está pensando en restaurar sino en castigar, que son conceptos totalmente distintos.
Hay incluso líderes cristianos, muy rápidos en disciplinar, tomar medidas o emitir juicios sobre aquellos que tienen a su cargo, sin pensar que una palabra mal dicha o un mal sentimiento generado en el otro puede ser la herramienta que el enemigo este esperando para alejar a aquella persona del Señor.
Cuando Jesús corrige lo hace con un amor, que aun en la reprensión, uno se siente amado y bendecido, como cuando un padre corrige a un hijo, sabemos que puede haber disciplina pero va encarada a la restitución y a la formación, pero jamás al juicio.
El ser humano es muy rápido para juzgar al otro, pero muy lento para decidir dedicarle tiempo a la formación y crecimiento de un hermano.
Pero “Dios es lento para la ira y grande en misericordia” como dice el Salmo 103:8.
Antes de mirar y levantar tu dedo o tu voz contra alguien más, seas quien seas, mira si tu vida está en orden, y sobre todo mira tus frutos, los frutos del Espíritu en ti.
Haz con los demás, como quieres que hagan contigo, ejerce la misma misericordia, no seas sabio en tu propia opinión como dice la palabra de Dios, aunque seas un Pastor, tú necesitas tener la misericordia del Señor en tu vida y para con otros.
Porque solo el amor atrae a las personas al Señor, jamás el juicio.
Miremos cada uno nuestro interior, observemos la cantidad de cosas que todos los días tenemos que arreglar en nosotros mismos, y es una lucha diaria contra nuestros deseos y concupiscencias.
Y la misma lucha tiene los seres humanos en todo el mundo desde todos los tiempos.
Romanos 7:19 dice “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.”
El mismo Apóstol Pablo decía, que aquellas cosas que no quería hacer, eran las cosas que hacía, lo que decía era que él también tenía una lucha constante consigo mismo, una lucha con su carne, por su condición de humano.
Quizá tu no cometas un pecado que a las leguas se ve que es pecado, pero quizá tienes luchas con tu carácter y con tus modos, y déjame decirte que los frutos del Espíritu Santo son los que se deben ver en tu vida.
Que nos está diciendo hoy el Señor?
Nos está diciendo, ya no se juzguen, mírense cada uno a sí mismo, y si ves algo malo en otro, entonces ayúdalo a vencer, luego que hayas enderezado tu conducta preocúpate por la restauración del otro.
No emitamos juicios, más bien, seamos como el Señor es, misericordioso y lento para la ira, solo a Él le corresponde juzgar, a nosotros nos corresponde predicar, ayudar y guiar.
Esto no significa que no puedas llamarle la atención a alguien a quien ves yendo por el mal camino, claro que puedes, y debes, pero, recuerda que cuando lo hagas, uno de los frutos del Espíritu Santo es el amor y la paciencia, llegaras mucho más rápido a su corazón.
Conclusión:
No hay corazón duro que no se ablande ante el amor de Dios, seamos un instrumento de amor, y no de juicio para este mundo injusto y oremos por aquellos que aún no conocen la verdad de Jesús y que la palabra sea regada.
El amor de Jesús es algo que siempre impacta mi vida cada vez que leo lo que decía, y aun cuando oro y el Espíritu Santo habla a mi vida, todos los días, Él nos corrige y nos endereza.
Oremos para que ese amor que está en el Señor, sea el que sobreabunde en nosotros para que podamos alcanzar a aquellos que jamás sintieron ese amor.
Y si estás leyendo esto, y quizá algún día te alejaste del Señor por alguna herida producida por la palabra o los dichos de alguien que sin la dirección de Dios te lastimo, perdona, y pide perdón y ponte a cuentas con el Señor, porque tu salvación y tu relación con Dios no pueden ponerse en riesgo.
Acércate a tu Padre Dios que te abre los brazos, te abraza, limpia y restaura.