Navegando por aguas contrarias a las que Dios quería que naveguemos nos lleva a vivir tormentas y ser muchas veces “tragados por grandes peces”
Entonces oró Jonás a Jehová su Dios desde el vientre del pez,
2 y dijo:
Invoqué en mi angustia a Jehová, y él me oyó;
Desde el seno del Seol clamé,
Y mi voz oíste.
3 Me echaste a lo profundo, en medio de los mares,
Y me rodeó la corriente;
Todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí.
4 Entonces dije: Desechado soy de delante de tus ojos;
Más aún veré tu santo templo.
5 Las aguas me rodearon hasta el alma,
Rodeóme el abismo;
El alga se enredó a mi cabeza.
6 Descendí a los cimientos de los montes;
La tierra echó sus cerrojos sobre mí para siempre;
Mas tú sacaste mi vida de la sepultura, oh Jehová Dios mío.
7 Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová,
Y mi oración llegó hasta ti en tu santo templo.
8 Los que siguen vanidades ilusorias,
Su misericordia abandonan.
9Mas yo con voz de alabanza te ofreceré sacrificios;
Pagaré lo que prometí.
La salvación es de Jehová.
10 Y mandó Jehová al pez, y vomitó a Jonás en tierra.
En la primer parte vimos acerca de cómo se desencadena esto en la vida de Jonás, como Dios levanta esta tormenta, los marineros se asustan, cuando se dan cuenta de que esto es producto de la desobediencia de Jonás a Dios y este va a parar al mar, allí es tragado por un gran pez donde estuvo 3 días y 3 noches.
Huir de los propósitos de Dios y del llamamiento que tenemos cada uno de nosotros, nos expone a quedarnos en medio de la mar sin disfrutar de la bendición que nuestro Padre tiene para nosotros.
No todas las tormentas son del enemigo, a veces Dios permite que pasemos por turbulencias, y en ocasiones cuando la terquedad es muy grande y la rebeldía es un hueso duro de roer en nuestra vida, entonces hay un gran pez esperándonos, que tarde o temprano nos depositara donde Dios quiere que vayamos.
Una experiencia personal que te puedo compartir en comparación a la vida de Jonás, fue que cuando joven hui de la presencia de Dios, me fui en mi propia opinión me case y me fue mal, aun así no volví a Dios sino que seguí en mis propios caminos.
Y al igual que Jonás no queriendo predicarle a Nínive, me aleje de tal modo que ni quería cruzarme con ningún miembro de la iglesia para que no me hablaran.
Aun en un tiempo de mi vida luego de conocer y haber servido a Dios me encontré consultando el tarot y cosas que son contrarias al Señor, buscando a Dioses ajenos para no rendirme y volver al único y verdadero Dios.
Cuantos de ustedes que están leyendo pueden estar viviendo algo así?
Si estás navegando por aguas contrarias Dios te atraerá a las suyas.
Cuando eres un llamado y un escogido de Dios, no importa el pecado que cometas ni cuán lejos te vayas, El usara las tormentas que sean necesarias, y los peces que sean necesarios para que rindas tu corazón.
Jonás en el vientre de ese pez, cuando ya no veía la luz ni la salida, cuando ya se creía perdido para siempre, rindió su corazón y clamo y si lees con atención veras a un Jonás rendido a los pies de Dios, reconociendo su error, y prometiéndole cambiar su vida, y se encontró con la misericordia y amor de Dios.
Dice que inmediatamente mando el Señor al pez que lo deposite en tierra.
Y me llama la atención hasta ese detalle, no lo mando a que abriera la boca y lo sacara en medio del mar, sino que lo depositara en la seguridad.
Ese es nuestro Dios, ese que cuando tú te rindes ante El y reconoces, “Señor te desobedecí, Señor me equivoque, recíbeme por favor”, cuando tú dices algo así desde el fondo de tu corazón con sinceridad El Señor te rescata.
Acude a tu llamado y su misericordia y amor te abraza.
El trato del Señor para con Jonás comenzó en la barriga de ese pez, lo hizo tambalear en medio de la tormenta y cerro su trato con su corazón en medio de esa oscuridad.
Hace tantos años ya Dios había tocado mi vida y un buen día me encontré en desobediencia, pero es que la rebeldía es algo que no se había ido de mi vida, y contra ella siempre deberé luchar al igual que tú.
Atravesé tormentas, y me identifico con Jonás dentro del vientre de ese pez, lugar donde tuve que parar, no porque Dios me castigara, sino porque todos los días de mi vida me dio oportunidades para regresar sin tanto daño.
Pero así me recibió el Señor, herida y golpeada, pero Dios sano mis heridas, así como quiere hoy sanar las tuyas.
Dios limpia heridas, te restaura y vuelve a encaminarte.
Navegando en aguas contrarias a las que Dios tiene para ti, solo te encontraras con un gran pez, y ojala seas sensible a la palabra y te evites todo eso, pero, si estas en esa situación hoy día, Él es misericordioso y sea como sea va a traerte de regreso a sus brazos.
Conclusión:
Si estas lejos de Dios, o con tu corazón en rebeldía, doblégate, humíllate bajo la poderosa mano de Dios y Él te bendecirá, sanara tus heridas y volverás a casa de Papa.
Los propósitos de Dios para tu vida son sí y amen, el llamado no se quita de tu vida, si eres un escogido de Dios, sea donde sea que estés o vayas, El hará lo necesario para atraerte.
No porque Dios sea un Dios caprichoso, sino porque es un Dios amoroso, que como todo padre quiere lo mejor para sus hijos y si hay algo a lo que Él te dice “no”, será para tu bien.
A veces Dios permite tormentas y peces, pero son para que si estamos navegando por aguas contrarias, podamos volver a tomar el rumbo que tenía para nosotros.
No navegues por aguas contrarias, vuélvete a los propósitos de Dios para ti.
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