No vuelvas atrás, no mires hacia lo que ya quedo atrás en tu vida ni coquetees con aquello de lo que Dios te ha librado.
8 Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses;
9 mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar?
Antes éramos esclavos.
Esta carta fue escrita por el Apóstol Pablo, iba dirigida a la iglesia en Asia menor, es una carta donde trata de explicarles que no vuelvan a la esclavitud de la que fueron librados.
Porque en todos los tiempos los creyentes hemos tenido que luchar contra la tentación a volver a aquello que aunque no era bueno, era conocido, el ser humano tiende a intentar volver a esas cosas del pasado, es algo con lo que hay que luchar y vencer.
El Señor nos ha liberado de muchas cosas, a algunos nos ha sacado de pozos muy profundos, de yugos espirituales que nos hacían estar atados a cosas que no nos hacían bien.
En el pasado eramos esclavos, aun sin darnos cuenta, pero El nos ha pasado de la esclavitud a la libertad.
Aferrarse a Dios.
Cuando las cosas no van bien, miremos hacia delante, porque todo lo que Dios tiene para nosotros esta delante y no atrás.
Viene a mi memoria la muy conocida historia de la esposa de Lot, cuando los ángeles van a liberar a Lot y a su familia de la destrucción de Sodoma y Gomorra y les dicen, corran, no miren atrás.
Ella no obedece y de pronto, no puede con la tentación de mirar hacia atrás, hacia aquello de lo que Dios la estaba liberando, y lo que dicen las escrituras es que se convirtió en una estatua de sal.
Creo que es una clara referencia a que si miramos atrás, nos estancaremos y nos quedaremos en ese lugar donde ya no podemos avanzar, el propósito de Dios inevitablemente se queda congelado hasta que, entendamos que la bendición esta adelante.
Puesta la mirada delante, y no hacia atrás.
Fija tus ojos en Cristo como dice la escritura, en hebreos 12:2:
2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.
El venció todo por nosotros.
Puestos los ojos en El, en quien padeció la cruz, dice este pasaje, por el gozo puesto delante de Él.
Significa que no importa lo que tuvo que pasar, fue un momento de horror, pero El tenía sus ojos delante, en el gozo que sabía que vendría, el gozo de la salvación y reconciliación para tu vida y la mía.
Jesús no se quedó mirando el oprobio, ni el rechazo ni se llenó de enojo, sino que miro hacia lo que tenía delante.
Jesus es nuestro ejemplo a seguir.
Es algo que tenemos que tomar como enseñanza, aprender de Jesús, y recordar que si Él pudo, nosotros podemos porque Él nos fortalece.
No deseemos volver a aquellas cosas de las cuales hemos sido librados, no volvamos a ese lugar, porque casi siempre, por más que de lejos se pueda ver como que era “casi mejor”, claramente que no lo era.
Seguramente muchos antes de conocer a Jesús, buscaban desesperadamente llenar un vacío, con una pareja, o con un trabajo, dinero o vicios, cada uno de nosotros sabemos lo que había en nuestra vida y como El Señor nos encontró.
El lleno nuestro vacio.
Pero lo cierto es que el vacío del corazón, no puede ser llenado con nada de eso, solo somos llenos cuando tenemos un encuentro con nuestro creador.
Conclusión:
Si estas tentado a volver atrás, quizá sientes que no tienes nada seguro, recuerda que antes tampoco lo tenías, las alegrías que nos puede dar el mundo, son efímeras, no hay firmeza ni paz en las cosas del mundo.
Cuando sigues a Jesús, la palabra no te promete no tener ningún problema, sino que te promete ser fortalecido en toda circunstancia, en todas.
No hay otro lugar donde el corazón del ser humano se sienta mejor ni pueda llenarse más que en la presencia de nuestro Señor.
Abre hoy tu corazón, permite que te llene, y si te has enfriado o alejado, o estas tentado a volver atrás, decide mirar hacia delante y no vuelvas a Egipto.
Dile conmigo “Señor Jesús, te pido perdón por mis pecados, límpiame y sálvame, ayúdame a fortalecerme, me declaro tu hijo/a, en el nombre de Jesús, Amen”.