Todo comienza con un encuentro con Dios siempre, mientras tú no tengas un encuentro con Dios, difícilmente tu caminar en el camino del Señor será firme, es muy necesario ese encuentro porque es el que nos centra.
3 Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios.
2 Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía.
3 Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema.
4 Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: !!Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí.
5 Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.
6 Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios.
Como estaba Moisés.
Y ahí encontramos a Moisés, un hombre que había sido educado en los mejores lugares de Egipto y criado como un egipcio con todos los beneficios y comodidades, había sentido ya el llamado de Dios, y en un altercado intentando defender a un esclavo, mato a un soldado y le toco huir para salvar su vida.
Se casa, y se encuentra durante los próximos años trabajando y lo vemos pastoreando las ovejas de su suegro, cuando en medio del desierto, ve una zarza encendida en fuego.
Las zarzas podríamos decir que es un arbusto, una planta seca, que se enciende con el mismo calor del desierto, y fácil y rápidamente se consumen porque están secas, pero lo llamativo para Moisés de esta zarza es que ese fuego no se consume.
Y hay varias cosas que podemos sacar de este pasaje, por ejemplo, Dios no necesita nada sofisticado para poder captar tu atención, y puede atravesarse en tu camino de cualquier forma que El desee, pero siempre cuando el Señor está interesado en alguien, en algún momento ese encuentro se producirá.
Vayas donde vayas Él te saldrá al encuentro.
Quizá puedas ir y venir por tus propios caminos o deseos, quizá hasta quieras huir de la presencia de Dios, porque hay una lucha entre tu espíritu y tu carne, pero lo cierto es que el Señor te saldrá al encuentro, y cuando eso suceda todo a tu alrededor se esfumara y tu atención se centrara en El.
El apóstol Pablo era un perseguidor de cristianos pero, cuando menos lo esperaba, el Señor lo intercepto, y ese encuentro produjo un cambio en su corazón y en su mente que lo cambio todo.
Nuestra seguridad viene de Él.
El Señor le dice a Moisés, “quítate los zapatos”, y que podemos entender con esto? Podemos entenderlo como que era un lugar santo y como una señal de respeto, pero, también podemos ir un poco más allá, cuando estamos calzados nos sentimos protegidos contra lo que podamos pisar y nos sentimos seguros, pero, en este momento, la seguridad de Moisés, venia del Señor.
Cuando tenemos un verdadero encuentro con Dios, ya no es nuestra seguridad aquellas cosas a las que antes nos aferrábamos, quizá el trabajo o tu cuenta bancaria o tu familia lo que te hacía sentir seguro, pero, cuando Dios llega, todo eso pasa a ser un regalo de Dios y tu seguridad viene del cielo.
Busca el encuentro con Dios.
El está deseoso de encontrarse contigo, y no dudes que lo hará, porque Él no es un Dios sordo, sino que está atento a aquellos que lo buscan de corazón y jamás dejara de contestar cuando clamamos a Él.
No siempre veras la respuesta de Dios en todas tus peticiones, pero aun cuando hace silencio Dios te hablara.
Conclusión:
Nuestra verdadera relación con Dios, comienza con un encuentro con El, y créeme que cuando realmente experimentamos al Señor en nuestra vida, no hay nada que pueda compararse a esa paz que viene del cielo.
Si nunca has entregado tu corazón a Jesús, te invito a hacerlo ahora y a experimentar conocer a ese Dios amoroso y maravilloso que espera por ti.
Dile conmigo “Señor Jesús, perdona y límpiame de todo pecado, quiero tener un encuentro contigo hoy, anota mi nombre en el libro de la vida, te entrego mi corazón, y te pido que me uses como un canal de bendición para los míos, en el nombre de Jesús, Amen”.