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Hebreos 12:5-8. La disciplina del Señor.

La disciplina del Señor, es algo por los que todos los que somos hijos pasamos, y Dios como buen Padre sabe enseñarnos y disciplinarnos como solo Él puede hacer.

y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo:
    Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor,
    Ni desmayes cuando eres reprendido por él;

Porque el Señor al que ama, disciplina,
Y azota a todo el que recibe por hijo.  

Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?

Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.

De todo aprendemos.

En el camino del Señor aprendemos en todos los momentos, aun de esos momentos por los que no nos gusta pasar, por ejemplo cuando recibimos un tirón de orejas de parte de nuestro Dios.

Todo aquel que es recibido como hijo, no solo recibe la oportunidad de tener un Padre como nuestro Padre Celestial, sino tambien es corregido y enseñado y a veces disciplinado, pero, Dios nos corrige con amor y autoridad, como solo El puede hacerlo.

En este pasaje de la carta a los hebreos, se les instruye acerca de cómo es que Dios nos disciplina, y que todo aquel que es recibido como hijo, Dios lo trata como a tal, y en eso está incluida la corrección.

La diferencia entre la disciplina del Señor y la de los hombres es que cuando Dios instruye y corrige lo hace con un amor y a la vez con una autoridad como solo Él tiene.

Si te corrige es porque te ama.

Dice este pasaje que al que ama disciplina, piensa en un padre o una madre terrenal, la educación es una clara muestra de amor, padres que aman a sus hijos los preparan los educan y corrigen, de igual manera el Señor lo hace con todos nosotros.

Nunca la disciplina será motivo de gozo, eso es verdad, pero, siempre tiene un buen propósito para nosotros.

Cuando estamos cerca de Él, y pretendemos conocer más acerca de su persona, y cuando realmente nuestro corazón esta rendido a Él, entonces tenemos un espíritu enseñable, y el Señor no te dejara como te recibió sino que cambiara de tu carácter y de tus formas todo lo que sea necesario.

Y muchas veces nos daremos cuenta que estamos en medio de una disciplina del Señor cuando de pronto hay silencio del cielo y si realmente lo conocemos sabemos que algo nos está queriendo enseñar.

Pero no se quedara en silencio, ahí en el momento donde tu corazón este rendido en medio de esa búsqueda de su presencia, ten muy claro que el Espíritu Santo te dirá donde y en que has fallado.

Dependemos de El, y somos corregidos como hijos, nunca lo hara para castigarnos, como el mundo lo hace, jamas sera para inflingir sufrimiento, sino para enderezar nuestro camino, y que recibamos mas de El.

No te dirá ni hablara de tus fallas para humillarte como hace el mundo o para lastimarte, sino para confrontarte y que haya en ti un cambio y una aceptación de dependencia de Él.

Cuando nos rendimos, entonces dependemos.

Y así es como Dios nos quiere, en dependencia de Él, sabiendo que El suple todas nuestras necesidades y si hay algo en lo que falles o del modo que te estés comportando, el Espíritu Santo te dará una alerta, sentirás inmediatamente en tu espíritu su llamado de atención.

Muchas son las formas en las que el Señor te mostrara en que cosas tienes que trabajar, quizá yo te estoy mostrando algunas de las formas en las que el Señor trata conmigo.

De niña siempre fui un poco rebelde, y de carácter fuerte, y esa es un área donde Dios ha tenido que tratar conmigo.

Hubo un tiempo en el que ya en el camino del Señor, creía que las cosas que hacia bien, las hacía por propia virtud, y sin darme cuenta estaba desconociendo que nada podemos hacer fuera de Él, y que si algo bueno hacemos o tenemos es porque Él nos capacita.

Tú no eres bastardo, eres hijo.

Somos hijos, tenemos derechos y el lugar que tiene un hijo en la vida de un Padre, con todo lo que eso implica, y si respetamos a nuestros padres terrenales, cuanto más no tendremos respeto por el que nos lo dio todo, por nuestro Padre celestial.

Por el que nos ha arropado como a hijos, y como a tales nos enseña y nos educa, a cada uno de modo distinto, porque nos conoce, porque los padres conocen a sus hijos, y Él nos conoce, de modo que de la manera que trata conmigo, quizá será diferente a como lo hace contigo.

Pero de algo estoy segura, y es de que cuando Él te hable y te corrija tu sabrás que es El, y no te sentirás mal, porque la corrección de Dios es tan agradable, cuanto más nos corrige y nos direcciona, mas entendemos su gran amor por nosotros.

Jesus te ama como nadie puede amarte, y su amor se mostro en la cruz, y hoy tienes la posibilidad de ser tratado como a hijo con todo lo que eso implica.

Si jamás experimentaste el amor de un padre o de una madre en la tierra, tu Padre con mayúsculas, ese Padre celestial te abraza hoy y te recibe como a un hijo y no solo tendrás momentos de intimidad en los que su amor te abrazara sino también su corrección.

Y no se tú, pero a mí me da una sensación de seguridad muy grande cuando El me disciplina porque me hace sentir su hija verdaderamente, y nada hay más seguro que saber que Dios me ama.

Conclusión:

Si crees que has sido disciplinado por Dios porque se ha enojado contigo, o crees que estás pasando por algún tipo de castigo dado por Dios, tengo que decirte que no es así, El no castiga, El corrige, y siempre lo hace desde el amor, y con amor y paciencia.

Nunca la corrección de Dios será para mal, no, te diré algo, yo prefiero que Dios me reprenda a que me castigo el mundo, porque El siempre será misericordioso y amoroso, mientras que el mundo te castiga con rabia.

Si has pecado, si no has estado actuando bien, pídele perdón, pídele su corrección, y si eres hijo/a, puedes tener la seguridad que la tendrás, porque te ama más allá de lo que puedas imaginar.

Eres su creación, eres su hijo/a y nada cambiara eso, hoy tienes un lugar, no eres un bastardo, eres hijo.

Si nunca has recibido a Jesús, te invito a hacerlo y a darle tu corazón y tu vida, dile conmigo:

“Señor Jesús, perdona mis pecados y límpiame, enséñame y direccióname, te necesito en mi vida, acéptame como tu hijo/a, gracias por tu amor, en el nombre de Jesús, Amen”.

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