Corazones restaurados, hoy traigo este tema y comenzamos leyendo este corto versículo que lo uniremos a otro verso que está muy claro, en el libro de Lucas y espero poder ilustrarte esta enseñanza de la mejor forma para que logres entender.
46 Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
Expresiones muy humanas….
Jesús está colgando en esa cruz, por ti y por mí, sin haber pecado jamás, siendo el único justo entre todos, pero entregándose y llevándose ahí cargado todo el peso del pecado que solo nos correspondía a nosotros.
Cuando era muy nueva en las cosas de Dios, y aun después de algún tiempo, sin tener muy claras algunas cosas, siempre me preguntaba porque Jesús había dicho eso?, de algún modo me lo imaginaba sufriendo y de cierto modo quejándose.
Él era Dios, pero también era hombre, su humanidad estaba en un cien por cien, y creo que esa es una expresión muy humana.
Cuantos de nosotros no nos hemos encontrado en ocasiones diciendo “Señor y donde estás tú?”, o “no ves lo que me pasa?”.
Ojala puedas ver este paralelismo y semejanza a lo que en mayor o menor medida pasamos y expresamos en reiteradas ocasiones.
Pero Jesús nos enseñó aun en eso desde esa cruz, porque no todo es lo que parece.
Lucas 23:46 46 Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.
Como te decía al principio, el Evangelio de Lucas lo expresa de un modo que me deja muy clara la situación que vino a continuación.
Minutos más tarde de esta “queja”, nos cuenta Lucas que el Señor a gran voz, esto es casi gritando, dijo “en tus manos encomiendo mi espíritu”.
Es lo mismo que podríamos decir nosotros, te entrego mi alma, mi espíritu, mi vida entera.
Una vez que Jesús dijo eso, dice que expiro, y si bien podrías pensar que perdió la batalla porque murió, en realidad es todo lo contrario.
Porque haber muerto en esa cruz daba cumplimiento a la voluntad del Padre, y abría paso a nuestra redención.
Para dejártelo más claro, tal y como lo entiendo, nosotros nos encontramos muchas veces, quejándonos por distintas situaciones, y en esa condición lejos de Dios, no encontramos paz ni dirección.
Pero cuando entregamos el espíritu la redención llega, la restauración para tu alma y tu vida entera se abre paso, porque el poder de Dios se activa.
Porque las cosas según la vista de Dios se ven distintas a lo que podría verlas el ojo humano.
Corazones restaurados.
Cuando Jesús murió, fue el final del enemigo y sus legiones, ya que en ese momento se dio cuenta que lo que él veía como victoria porque Jesús estaba ahí en esa cruz sufriendo, era su final y nuestro principio.
Porque era el hecho que marcaría un antes y un después para los hijos de Dios y el inicio de un nuevo pacto entre Dios y el ser humano.
Era el volver al Jardin del Eden, un borron y cuenta nueva.
Él fue el sacrificio perfecto, y luego de eso, nada más se necesitaba, Jesús lo hizo todo, y nos enseñó hasta el final que solo una entrega total, nos abre camino al Padre.
El camino ahora está abierto, tú decides si lo recorres o no, si permites que el Espíritu Santo te guie y te corrija.
Un corazón restaurado es aquel que se deja enseñar y cambiar, el que está atento a la corrección de su Padre y no se rige por la religiosidad sino por la presencia de Dios.
La religión no te cambia, la presencia sí.
La presencia de Dios está en entender que el Señor ya lo hizo todo por nosotros, a diferencia de la religión, que nos estimula a hacer cosas para ver si haciendo, encontramos a Dios.
Comprender que Dios está vivo, que nos anhela y desea tener una relación con nosotros es el primer paso para comprender que cuando abro mi corazón y entrego mi espíritu al Señor, no me convierto en religioso, sino en hijo.
El velo se partió.
En los tiempos del antiguo testamento, había un lugar santo y un lugar santísimo, donde solo el sumo sacerdote podía entrar una vez al año para expiar los pecados del pueblo.
Un velo separaba al pueblo de ese lugar donde la presencia de Dios fluía en su totalidad, y solo podía acceder como te dije el sumo sacerdote quien hacia sacrificios pidiendo perdón por los pecados.
Pero cuando Jesús muere en esa cruz, el velo se parte de arriba abajo, y la presencia de Dios queda expuesta para que todos podamos tener acceso a ella.
Ya no hay sacrificios que hacer ni actos religiosos que realizar en búsqueda de perdón.
El sacrificio perfecto ya fue hecho, y cuando las personas creen que deben realizar determinado sacrificio o rito, están desconociendo el verdadero significado de lo hecho por Jesús.
Conclusión:
Si quieres restaurar tu corazón, no busques religión, busca al Señor, busca seguirlo y conocerlo en profundidad y entraras a un nuevo nivel de presencia de Dios en tu vida.
Y como lo hacemos? Como Cristo nos enseñó, primero entregando nuestro espíritu, para pasar de muerte a vida, entregando nuestro corazón a Jesús que es nuestro Señor y Salvador.
Juan 3:16-17 dice 16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.
Asique, si hoy quieres ser salvo, y tener una relación de hijo, te invito a abrirle el corazón, y si te alejaste, regresa a tu Padre.
Si estas congregándote pero no tienes presencia, deja la religión y búscalo con un corazón rendido y tu vida cambiara.
Dile conmigo “Señor Jesús, te abro mi corazón, perdóname y límpiame, restaura mi vida y ayúdame a conocerte más, llévame más profundo, en el nombre de Jesús, Amen”.